En su informe anual, el Banco Internacional de Pagos (BIS por sus siglas en inglés) admite los problemas que conlleva la globalización: por un lado, las ganancias "no han sido distribuidas por igual"; perjudica a los poco cualificados de los países ricos, sobre todo en regiones e industrias determinadas, y ha estancado el crecimiento de la clase media alta. En cambio, beneficia a los más formados, a los ricos y a los trabajadores de los países emergentes.n general, favorece las ganancias del capital sobre las del trabajo, reduce la capacidad de negociar sueldos más altos y ayuda a minimizar los impuestos de empresas y grandes fortunas, lo que a su vez empuja la carga impositiva hacia el trabajo.
Además, estos problemas se agudizan cuando faltan instituciones robustas y los grupos de interés son capaces de capturar los beneficios, concluye. Para colmo, "las políticas nacionales no siempre han tenido éxito respondiendo a los problemas de los que se han quedado atrás", afirma.
Por otra parte, la integración financiera que implica la globalización amplifica y potencia las crisis financieras. Y el informe proporciona un dato revelador: la deuda externa de las economías desarrolladas se ha disparado del 80% del PIB en 1995 al 290% en 2015. Es decir, en opinión del BIS la apertura financiera ha crecido mucho más que la real, en especial en los países ricos. De hecho, subraya cómo antes de la crisis el euro fue un facilitador de la financiación y propició un incremento de las deudas.
En la misma línea que un informe de la Comisión Europea, el BIS responde a estos retos con una batería de argumentos. Para empezar, la evidencia empírica muestra que países muy abiertos a la globalización como Francia o Reino Unido no han visto retrocesos en el peso del empleo. Y muchas industrias reguladas y no expuestas a la competencia global han perdido incluso más trabajo que otros sectores que sí estaban expuestos.
Alexia Perez 4eso |
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