domingo, 29 de marzo de 2020

EL RETO DE CONGELAR LA ECONOMIA



Durante semanas, con China ya paralizada y las cadenas de suministros encajando el primer golpe, la palabra recesión seguía fuera del léxico: el debate aún giraba en torno a cuánto restaría el coronavirus al crecimiento. Pero la pandemia llegó a Occidente y las dudas se volatilizaron rápido: una economía confinada deja poco espacio para la escapatoria. Habrá recesión en España. Habrá recesión en Europa. Habrá recesión en EE UU. Y habrá recesión en América Latina. El descalabro inicial será enorme, casi con total seguridad mayor que el de la crisis de 2008 y 2009, y el reto hoy de la letanía de autoridades económicas —Gobiernos, bancos centrales, FMI, Banco Mundial, G20, G7— es evitar que ese batacazo acotado en el tiempo se transforme en algo más: en una Gran Depresión, como en los años treinta del siglo pasado. El éxito depende, en buena medida, de un tratamiento experimental: congelar el tejido productivo hasta que pase la pesadilla y esperar que, después, la actividad vuelva lo más cerca posible del punto en el que estaba antes. Evitar, en definitiva, un cortocircuito en el sistema productivo que estrangule el crecimiento por años y no por meses.                    

Ya es demasiado tarde para evitar la recesión: estamos ante un frenazo     masivo y repentino con efectos devastadores tanto en el consumo como en la producción. Pero podemos y debemos hacer el máximo para evitar una depresión. Es el reto que definirá a toda una generación”, desliza por correo electrónico Mohamed El-Erian, de Allianz. “Estamos en lo más parecido a un tiempo muerto para la economía, en el que tanto las personas como los negocios necesitan, ante todo, sobrevivir”, apunta Alan Blinder, ex número dos de la Fed y exasesor de la Casa Blanca en tiempos de Bill Clinton. Mientras dure el parón, todos los esfuerzos de Gobiernos y bancos centrales van a ir encaminados a un único objetivo: hacer todo lo posible por que puedan salir de esta. “Apoyar a los hogares menos privilegiados, dar crédito a las empresas y evitar insolvencias y despidos”, añade Ricardo Reis, economista de la London School of Economics (LSE).


¿Se puede, entonces, congelar una economía? “Es posible, sí, aunque muy complicado. Y depende de cuánto tiempo: si el cierre total se extiende, será catastrófico; si son solo unas pocas semanas o meses, podremos esquivar el desastre… Para eso es necesario evitar que desaparezcan empresas y puestos de trabajo”, señala Ricardo Reis. Apenas hay precedentes históricos. Quizá la II Guerra Mundial, dice sin mucha seguridad el profesor de la LSE. O, como recuerda por correo Barry Eichengreen, de Berkeley, el de la mal llamada gripe española: “Pero fueron algunas ciudades, no un congelamiento global como este”.

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