Los directivos de Repsol deberían estar estos días ultimando el nuevo plan estratégico con el que la petrolera pretendía relanzar el próximo 5 de mayo su transformación hacia una compañía multienergética global. Sin embargo, la irrupción de la crisis del coronavirus y el derivado hundimiento del precio del crudo han obligado al equipo a volcar sus esfuerzos en medidas defensivas dirigidas a superar una tormenta inaudita que, sólo en lo que va de año, ha reducido casi a la mitad el valor bursátil del grupo.
La crisis para las grandes petroleras mundiales, entre las que se encuentra la española, tiene un doble filo. Por un lado, las empresas tienen que hacer frente al desplome del precio del barril de crudo, que en sólo tres meses ha pasado de 66 a 20 dólares. Por otro, el negocio de refino y venta de carburantes se ha frenado en seco por el parón de la actividad económica e industrial que ha supuesto el confinamiento de millones de hogares y empresas en los principales mercados del planeta.
Este doble frente amenaza con dejar la cuenta de resultados del sector petrolero en su peor nivel de los últimos 20 años. En el caso de la compañía española, el consenso de analistas apunta a que sus ingresos podrían reducirse este año en un 38% con el consiguiente impacto en su beneficio bruto.
El consejo de administración de Repsol reaccionó el pasado 25 de marzo a la explosión de la crisis con una reducción de sus inversiones próxima a los 1.000 millones de euros -un 26% de las previstas a comienzo de año- y un ajuste de sus gastos operativos y de capital superior a 1.100 millones. La petrolera también anunció en el mismo comunicado que suspendía la recompra de acciones propias del 5% anunciada para estimular el valor de sus acciones , pero garantizaba un pago de 0,55 euros por título en julio. Repsol usó en sus estimaciones un precio del barril de 35 dólares entre abril y diciembre, por encima de los 20,7 dólares en los que cerró ayer.
Celia Pericás 4 A
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