El
relato de la flamante recuperación de España —que hace solo seis años
estaba al borde de la bancarrota— es más potente que la narrativa de la
politización del BCE. El Eurogrupo ha respaldado hoy lunes a Luis de Guindos como vicepresidente del Eurobanco tras la retirada de última hora del candidato de Irlanda, el banquero central Philip Lane. Guindos será en junio el número dos de Mario Draghi, y abre la puerta a un BCE más ortodoxo, menos expansivo: más duro, más alemán. España recupera así parte del peso perdido en las instituciones durante
la crisis, contra el criterio de la Eurocámara y pese a que el ministro
español, que anunció su dimisión “en cuestión de días”, no era el
preferido de Fráncfort.
Los
bancos centrales son parte de la magia del capitalismo: pueden imprimir
dinero, fijan los tipos de interés, supervisan al sistema financiero y
últimamente son capaces de hacer todo tipo de contorsiones para mantener
el sistema a flote. Parte de esa magia se sostiene por el hecho de que
son instituciones libres de interferencias políticas; al menos en
teoría, porque la realidad suele ser más prosaica. El grueso de las
críticas a la candidatura de Luis de Guindos al BCE procede de ese
argumento: nunca un ministro había pasado directamente de un Gobierno a
la cúpula del Eurobanco. Eso se acabó este lunes. El Eurogrupo dio luz
verde a la candidatura del ministro español de Economía como próximo
vicepresidente del BCE. La narrativa de la independencia del Eurobanco
—tanto de los políticos como del sector financiero, y Guindos tiene
experiencia en los dos bandos— hincó la rodilla ante el relato de la
flamante recuperación de la economía española, que con Guindos al mando
ha pasado de estar al borde de la bancarrota a crecer por encima del 3%,
según la versión oficial de las instituciones europeas.
De nuevo la
realidad y el deseo: España es el ejemplo que usan los alemanes para
apuntar que los países que hacen grandes esfuerzos (en forma de recortes
y reformas) acaban creciendo a toda velocidad. Esa explicación, sin
embargo, olvida que la economía española acumula graves desequilibrios, arrastra enormes cicatrices: es un país sobreendeudado y con un desempleo y unos indicadores sociales muy negativos.
Ángel Méndez - 1ºBachillerato
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