Hace pocos años Portugal se enfrentaba a una profunda recesión, que siguió a una década de crecimiento débil y acumulación de desequilibrios graves, tanto internos como externos. La caída del empleo, el paro y la emigración fueron las principales consecuencias sociales.
En 2014 y 2015 surgirían señales de recuperación, que se mostraron débiles y efímeros. Portugal pasaría página en la segunda mitad de 2016, cuando el crecimiento llegó al 1,6% a finales de año, y aceleraría hasta el 2,7% en 2017, con un alza del 9% en la inversión y un 7,9% en las exportaciones. El empleo creció un 3,5% a finales de 2017 y el paro cayó al 8%. Tras seis años consecutivos de regresión, el número de empleados ha vuelto a aumentar desde finales de 2016.
La reputación internacional de la economía portuguesa ha mejorado, con la salida del procedimiento por déficit excesivo de la UE en junio de 2017.
El crecimiento de la inversión, el aumento de la cualificación de la población y la estabilidad social han contribuido a las mejorías en la confianza y en la competitividad observadas estos últimos dos años. Las exportaciones portuguesas representan más de un 43% del PIB y han ganado tres puntos porcentuales de cuota de mercado en 2017.
Portugal ha pasado página. Tras una década de grave crisis, la economía portuguesa ha emergido con un fulgor renovado. Los indicadores estructurales de la economía portuguesa son hoy sólidos, sea en la actividad económica —con 15 trimestres consecutivos de crecimiento—, en las cuentas públicas —con una mejora del saldo estructural de 1,4 puntos porcentuales en los dos últimos años— o en el sector bancario. La economía y la sociedad portuguesas muestran, así, que el futuro sostenible ya está en construcción.
Dwayne Arroba - 4ºESO
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