La Comisión Europea hundirá hoy cuatro décimas la previsión de crecimiento para España. En su informe de julio, Bruselas estimó el incremento del PIB en 2019 en un 2,3%. Ahora, tal como reveló este miércoles EL MUNDO, lo baja hasta el 1,9%. Estas cuatro décimas de revisión a la baja también se mantienen para el próximo ejercicio. Este jarro de agua fría, consecuencia de la desaceleración en el conjunto de la Eurozona, le estalla al Gobierno en vísperas del 10-N y después de que Pedro Sánchez anunciara que, en caso de seguir al frente del Ejecutivo, nombraría a Nadia Calviño vicepresidenta económica. Calviño es, precisamente, la responsable de un plan presupuestario que contempla una desviación del déficit que también ha merecido una reprimenda de las autoridades comunitarias. Su empeño en suavizar la gravedad del frenazo económico resta credibilidad al Gobierno y sitúa a España como un socio no fiable.
Tanto el FMI como el Banco de España recortaron sus previsiones de crecimiento para nuestro país. Calviño, pues, se ha quedado sola en su optimismo. Pese a ello, y aunque el paro ya crece como en el peor momento de la crisis, Sánchez sigue minusvalorando el deterioro de una economía que acusa el bloqueo político y la parálisis reformista. Tal negacionismo impide proseguir la senda de la consolidación fiscal. No estamos ante un simple enfriamiento, como hasta ahora ha defendido el Gobierno en funciones, sino ante los síntomas de una coyuntura muy inquietante. Y Sánchez, que está haciendo campaña prometiendo un aumento considerable del gasto público, no debería ocultarlo antes de ir a las urnas.
Laura Piçarra Carrillo 4ºA
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