La ministra española de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, saldó el viernes cuentas pendientes con el titular de Finanzas holandés, Wopke Hoekstra. En abierto, en su cuenta de Twitter, queriendo que el mensaje calara y circulara. Unas horas antes, coordinando la estrategia, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, había lanzado por la misma vía un mensaje similar, pero algo más sutil: "El Covid-19 afecta a todos. No entiende de fronteras, género o clase. La UE debe aprender las lecciones del pasado y no volver a fallar a la ciudadanía. La respuesta europea debe ser solidaria, enfocada a los más vulnerables. Algunas instituciones de la UE ya lo están haciendo", apunto en evidente reproche al Consejo Europeo, que en la víspera decepcionó e irritó a decenas de miles de españoles con sus pobres conclusiones.
La reacción al coronavirus, o mejor dicho la falta de la misma, ha vuelto a reabrir las cicatrices de la crisis financiera y de deuda. Las mismas dinámicas, los mismos errores. La lentitud, la división entre norte y sur, entre hanseáticos y mediterráneos, entre frugales y amigos de la cohesión. Hay muchos nombres, pero los mismos prejuicios y rencores. Y los mismos protagonistas. De un lado, España, Portugal, Italia, como en 2012. Del otro, Alemania, Austria, Finlandia y en lugar destacado, Países Bajos, quien está siendo el blanco de las críticas.
Laura Piçarra 4°A
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