España trata contrarreloj de minimizar los drásticos recortes en la Política Agrícola Común y los Fondos de Cohesión
que las instituciones europeas han puesto sobre la mesa para la
durísima negociación presupuestaria que arranca este jueves en Bruselas.
La tarea es, quizás, la más difícil hasta la fecha. No sólo por el
Brexit, que ha dejado fuera a un contribuyente neto como Reino Unido. Ni
porque los 'hachazos' contemplados en la última propuesta ascienden al 14% y el 12% en
las dos partidas más grandes y las más vitales para España. Sino porque
además lo afronta sin grandes y firmes aliados y con la extraña
paradoja de ser la cuarta economía de la Unión, y aspirante a actor
principal en el tablero, mientras todavía sigue siendo un país receptor
neto.
Por detrás, lo mismo. Polonia es, con los países del
Este, rival directa y mucho mejor posicionada para llevarse las ayudas a
la Cohesión. Países Bajos o Suecia, por otro lado, encabezan la
revolución de los "frugales" y ricas, que exigen un
Presupuesto más pequeño y un cheque anual ('rebate' en terminología
comunitaria) que compense parcialmente sus aportaciones.
Portugal comparte muchos de los temores, pero no
todas las estrategias. Ayer, en Lisboa los secretarios de Estado para la
UE de ambos gobiernos, junto a la de Francia, firmaron
una declaración conjunta de buenas intenciones, pero no un pacto de
actuación preciso. Así que en esta lucha España no está sola del todo,
pero tampoco bien acompañada. Se alinea en objetivos en algunas
cuestiones con unos y otros, pero el posicionamiento final será un
encaje de bolillos. El resultado que se intuye antes del inicio de la
'súpercumbre' apunta a un recorte en sus prioridades e, incluso, a
terminar el ejercicio como contribuyente neta, por primera vez en la
historia.
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