El golpe llegó en marzo y a las puertas de final de año aún se siente. El virus no deja de trastocar la vida empresarial y el consumo. Con los negocios a la baja, para muchos no ha habido más remedio que buscar planes B. Desde abandonar la línea principal de trabajo y producir material sanitario a dar un giro y cambiar la forma de hacer llegar el producto a los clientes.
También han fabricado y vendido a terceros material para producir 600.000 mascarillas. “Y nuestros productos estrella, gamuzas y toallas de microfibra, se han seguido vendiendo... ¡Incluso para promocionar cruceros!”, dice con sorpresa. Todo, desde el tejido, diseño y estampado, se hace en sus instalaciones de Arenys de Munt. “Siempre hemos dudado de si fabricar aquí era rentable...”, reconoce Pera. Este año no hay duda: el virus permitirá dar un salto desde los 1,7 millones que preveían facturar este año a 2,2 millones.
En el camino ha contratado a ocho personas, hasta llegar a 29 empleados. Además da trabajo a dos talleres y dos empresas externas. “Hemos ayudado a mucha gente”. En todo caso, llama a reflexionar. Con un primer momento de falta de mascarillas e importación a contra reloj, “la Covid visibilizó la falta de industria”, señala
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