Comenzó en 2013 diseñando alpargatas, el calzado tradicional de Morella (Castellón) donde la empresa tiene su sede, para lo que necesitó una inversión inicial de unos 20.000 euros. Pronto decidió ampliar el catálogo con otros modelos para mujer y caballero y una primera colección para niños, que, admite, tuvo que retirar “porque costaba venderla y no merecía la pena el esfuerzo”.
Sus primeros zapatos los vendió a través de su web y, tras visitar una feria de calzado en Alemania, en 2014 dio el salto a tiendas físicas. “Una forma de venta que suponía mucho trabajo y que no podía asumir porque estaba sola, así que tuve que dejarla. De todas formas, es muy complicada, así que decidí centralizar la venta en mi web. De hecho solo externalizo un 5% de la producción que se reparte entre Amazon y el Corte Inglés” apunta Ripollés.
Unos comienzos difíciles que llevaron a la castellonense a dar entrada a un socio en 2017, que aportó unos 50.000 euros que sirvieron para relanzar el negocio. También hizo un crowdfunding con el que recaudó unos 7.000 euros para fabricar un modelo especial. “Ahora todo es un poco más sencillo y la empresa funciona como queremos sin plantearnos rondas de financiación“, apunta
Gema Pintiado 4b
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