lunes, 28 de octubre de 2019

FRACASO

La emprendedora Ana Santos tuvo una juventud muy tranquila hasta que, con 30 años, se le vino encima el marrón de su vida: "Mi padre murió y dejó una empresa metalúrgica que compartía con varios familiares. Mi tía quería vender la empresa y entramos en una lucha judicial, así que cogí yo la empresa para mantener el pleito adelante. Creé dos sociedades: una para comprar la deuda generada y otra para mantener el trabajo y a la plantilla".

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Para ella fue un auténtico calvario: "Yo tenía 30 años y me dedicaba al sector de internet, no tenía ni idea de comunidades de bienes ni de metalurgia. Te juro que hice todo lo que pude por salvar la empresa, pero fue imposible. Acabé cerrándola: los trabajadores se fueron a la calle y yo me arruiné totalmente. Había hipotecado a mi madre y a mí misma, así que llegó un momento en que no tenía más dinero, me cortaban la luz, los bancos no me daban un duro, no podía tener ni una tarjeta de crédito... Literalmente, no tenía un duro".
                                                          Imán Chargui 4ºB   

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